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En tiempos acelerados... la paciencia como virtud
Diciembre 22, 2023
Artículo de Melania Suarez, Profesora y Licenciada en Filosofía por la Universidad Católica Argentina*.
Conforme a lo que vamos viviendo en distintos momentos de nuestra vida, hay palabras que van sintetizando, representando, aquello que estamos atravesando. “Libertad”, “esfuerzo”, “amor”, “gratitud”, “fortaleza”, “silencio”, “paz”, “alegría”, “felicidad”, “tristeza”, “abatimiento”, “falta de sentido”, por ejemplo, son palabras que pueden resonar en distintos momentos de nuestras vidas. Hoy quiero invitarte a meditar en la palabra “paciencia”.
Si vamos a la etimología, paciencia viene del latín del verbo “patior”, que quiere decir “padecer, soportar”. Y paciente, “patiens”, que tiene la misma etimología, quiere decir “el que sufre, sufriente”. Además, si vamos a la RAE, entre las acepciones que encontramos, aparecen “capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse” y también “facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho”.
La paciencia es una virtud que nos invita a aceptar la realidad que nos toca, aquella que no podemos cambiar. Nos interpela en distintos momentos de nuestra vida, pidiendo que nos involucremos con ella: ¿Cómo vivimos ese padecer/esperar? ¿Cómo ser verdaderamente pacientes?
Hoy en día buscamos por todos los medios posibles optimizar nuestro tiempo para no perderlo en cosas que pensamos que no valen la pena. Podría decirse que la tecnología nos da una mano para organizar, de algún modo, nuestra vida y nuestro tiempo sin malgastarlo. Y sin embargo, no hay tecnología que pueda apurar ciertos procesos, cosas, que están más allá de nuestro control, planificación, ganas o deseos.
En la vida nos encontramos con la experiencia del límite. Con aquello que no pasa por nuestra voluntad o decisión y nos genera impotencia, frustración. Muchas veces no podemos ver con claridad el porqué de ciertas esperas. “La paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta”, decía Teresa de Ávila. La paciencia que todo puede alcanzarlo, ¿cómo lo hace? Siguiendo su pensamiento, podríamos decir que lo hace con la ayuda de Dios. Pero si lo aplicamos al campo de la acción, al campo de la moral, podríamos preguntarnos, ¿cómo hacemos para ser pacientes?
Pienso que el paciente no se sienta simplemente a esperar -como sí lo hace el paciente en la sala de espera del médico- sino que espera de una manera activa, aprendiendo a esperar. ¿Cómo se hace para encontrar sentido en la espera?
A veces en momentos vitales nos toca atravesar esperas largas e importantes. Ante un escenario incierto, desconocido, muchas personas nos dicen que confiemos en que va a llegar lo que esperamos, en que ya se va a dar. Esto puede generarnos grandes interrogantes: ¿y si eso no sucede? Y si sucede, ¿cómo vivimos el mientras tanto? ¿Cómo se hace para vivir de mejor manera el momento presente?
Encontrar sentido en la espera puede costar, y mucho. En esa búsqueda de respuestas, podemos pensar en lo que Viktor Frankl decía: que es posible encontrar el sentido realizando valores: puede ser creando algo nuevo, entregándose a una tarea, profesión, vocación; puede ser viviendo o experimentando el amor en los vínculos, o simplemente eligiendo la actitud que tomamos frente aquello que no podemos cambiar.
Vivir en plenitud el momento presente implica entregarnos de corazón, abrazar esas circunstancias, amar nuestra realidad “a pesar de”. En valorar y agradecer todo aquello maravilloso que sí tenemos.
“Todo tiene su tiempo”, dice el libro del Eclesiastés. También en la educación hay procesos de aprendizaje que no pueden apurarse, momentos en los que la comprensión y asimilación de conocimientos requieren tiempo. ¿Cómo somos pacientes frente a esto? ¡Cuánta paciencia implica la educación! Paciencia con los hijos, con los alumnos, sabiendo que internalizar los hábitos lleva tiempo, repetición y constancia. Paciencia también con uno mismo, con sus propias imperfecciones y procesos.
En un entorno donde la inmediatez está tan valorada, ¿cómo integramos la paciencia en nuestra labor? Y, más aún, ¿cómo se la enseñamos a nuestros hijos, a nuestros alumnos?
Como no se cansan de repetirnos hoy los psicólogos, los chicos nos imitan por las neuronas espejo. Nuestro ejemplo resulta vital. Si nosotros no somos capaces de ser pacientes con nosotros mismos, gestionar nuestras propias emociones, pasiones, atravesar con paciencia nuestras “batallas” cotidianas, ¿cómo podrán ellos aprender a serlo? Quizá la paciencia sea algo que tengamos que conquistar y trabajar todos los días. Y ese ejemplo de intento sea inspiración y motivación para ellos. Que desde nuestra paciencia y nuestra calma ellos puedan intentar vivirla.
Aprovechemos la cotidianeidad del hogar y del aula que está llena de oportunidades para trabajar juntos la paciencia. En un mundo en el que todo está “a un clic”, en el cada vez más a través de las pantallas y aplicaciones podemos tener la sensación de que todo llega fácil y rápido, que conseguir lo que queremos se da en cuestión de segundos (más cosas, más sensaciones, más gratificaciones), en el que queremos todo ya, resulta vital que pongamos a la paciencia en un lugar privilegiado, como un faro que puede guiarnos en nuestra vida para luchar por aquello que es valioso, que nos hace crecer y desplegar nuestro potencial. Esto tendrá, además, como consecuencia, el fortalecimiento de los vínculos con nuestros hijos y alumnos. Sin duda algún día veremos llegar los frutos de incentivarlos a compartir la vida, animarnos a contar que a nosotros también nos cuestan ciertas cosas a veces y mostrar la importancia de ser constantes y pacientes.
La virtud de la paciencia es un tesoro invaluable en nuestras vidas. En un mundo cegado por la instantaneidad, saber que "la paciencia todo lo alcanza", y que "todo tiene su tiempo", nos permite encontrar el sentido pleno de la espera, abrazar con gratitud el momento presente y cultivar los valores que necesitamos para ser más felices. Además, y más importante aún, en este camino de conquistar la paciencia ¡no estamos solos! Tenemos herramientas, tenemos vínculos, tenemos personas amadas a las que aferrarnos, y tenemos también a Dios.
Bonus track: Te dejo unas preguntas para pensar:
- ¿Con qué aspecto de mi vida me cuesta tener paciencia?
- ¿Qué hago cuando me siento impaciente?
- ¿Me cuesta ser paciente con alguna persona en particular? ¿O tal vez conmigo mismo?
- ¿Cómo puedo hacer para ser más paciente? ¿Qué medios podrían ayudarme para ser más paciente?