Acompañar a nuestros hijos e hijas, pequeñas personas que crecen. Educar es una forma intensa de encuentro con una persona en su momento de mayor plasticidad, un período decisivo del cual depende el recorrido vital de nuestros hijos. No somos alfareros, sino jardineros. Educar es también autoeducarse. Cómo nos relacionamos con el modelo de paternidad que vivimos como hijos. Puede ser que solo nos sintamos seguros en aplicar lo que ya conocemos, pero el desafío de educar significa siempre empezar de nuevo, con cada hijo o hija, en tiempos algo diferentes, con interacciones y expectativas distintas.

Educar la inteligencia y educar la afectividad. Ver el mundo: el desarrollo de la observación y la contemplación. Conocer y valorar: no todas las cosas tiene el mismo valor, no todos los medios llevan al mismo fin, no todas las satisfacciones son de buena calidad. Las manifestaciones de la afectividad: emociones, sentimientos, pasiones.

Claves para comprender y acompañar a cada hijo. Los temperamentos. Los cuatro elementos que constituyen nuestro modo estable de estar en el mundo: emotividad/no emotividad; primariedad/secundariedad; actividad/no actividad; foco/versatilidad. Tratar a cada uno como necesita. Modos de aprendizaje: sistema VARK. Estilos de pensamiento. Extraversión e introversión. Autoconocimiento y adquisición de buenos hábitos. La propia identidad es alumbrada en la interacción con quienes nos quieren: frente a un padre y una madre que nos valoran descubrimos que valemos.