Preparando las mochilas

Por Marina Scarafia

marzo 1, 2022

 

Reuniones de padres, puesta a punto de los uniformes, lista de materiales, tarea de vacaciones, controles médicos y un largo etcétera de actividades marcan el próximo comienzo de clases en Argentina y muchos otros países de Latinoamérica. 

Los adultos con una lista —a veces aparentemente infinita— de pendientes. Los chicos, que quieren seguir en malla y ojotas y no desean despedirse de las vacaciones. Los docentes preparando todo lo necesario para el gran primer día de clases. 

 

Si nos detenemos unos minutos a reflexionar —y a eso te invitamos en estos momentos— podremos advertir que detrás de esas mochilas y listas de materiales hay un sinfín de emociones que nos envuelven. Te invito a que, con empatía, posemos la mirada sobre cada uno de los actores de esta escena: la preparación para el primer día de clases. 

 

Empecemos por los protagonistas. Ellos. Niños y niñas de todas las edades, cada uno con un mar de emociones propio, según su etapa evolutiva. Y aunque, de manera más evidente o más oculta, hay inquietudes que se repiten en unos y otros, desde el jardín de infantes hasta el último año de secundaria: ¿Cómo serán mis maestros de este año? ¿Estaré a la altura de las circunstancias? ¿Voy a poder resolver lo que se me proponga? ¿Y mis compañeros y amigos? ¿Cómo será mi relación con ellos?

Como familiares y docentes, seamos conscientes de esta realidad para acompañar con seguridad y confianza a los niños en sus inseguridades y miedos.

 

Miremos ahora a las familias: llenas de expectativas, deseosas de ver crecer y avanzar a sus hijos, sintiéndose responsables también por ese progreso. Buscando el equilibrio entre exigir y empatizar, y en muchas ocasiones, sin saber cómo hacerlo. Cuántas veces se nos queman los papeles, vemos nuestras fallas como padres, decimos cosas que no queremos, sabiendo que cada palabra o acto que hacemos o dejamos de hacer marca una huella en nuestros niños. ¡Cómo nos gustaría ser buenos padres! Y muchas veces no encontramos el libro con las respuestas a nuestras preguntas, porque cada hijo es único y necesita ser comprendido en su individualidad.

Como docentes, comprendamos que en los padres muchas veces no es falta de voluntad, sino de herramientas. 

Como familias que caminan junto a otras en este aprendizaje, seamos comprensivos, compañeros, busquemos no juzgar y, en cambio, acompañemos, apoyemos y ayudemos.

 

Llegó el momento de los docentes, maestros, profesores. De quienes a veces el mundo se olvida que son de carne y hueso. Ellos también atraviesan estos días en un torbellino de sentimientos. ¿Cómo será el grupo? ¿Podré atender las necesidades de cada uno? ¿Cómo conciliar los intereses del Ministerio, la escuela y las familias con las verdaderas necesidades de mis alumnos? Alguno también se preguntará: ¿me darán las fuerzas? Porque el desgaste en la entrega del docente —verdadera entrega de cuerpo y alma— es inmensa. Pero es muchas veces el amor, la pasión, la vocación, las que hacen sacar de nosotros lo mejor, aun cuando parece no haber fuerzas.

Como familias, agradezcamos la labor de nuestros docentes. Procuremos trabajar juntos, en alianza, ayudémonos mutuamente, no estorbemos con comentarios que no edifican.

 

Hay muchos otros actores que participan en esta escena y sería imposible nombrarlos a todos: abuelos que buscan a sus nietos en la escuela, porteros, transportistas y un largo etcétera.

 

Esta breve reflexión nos invita a no desvivirnos en detalles y banalidades durante estos últimos días de preparación para las clases. Al menos, no descuidando lo profundo. Preparemos las mochilas de materiales, pero también las mochilas del corazón. Llenémoslas de entusiasmo, seguridad, confianza, del compromiso de ayudarnos, de poder contar los unos con los otros. Guardemos en ellas la predisposición de saber que si nos equivocamos, estaremos frente a la oportunidad de aprender y levantarnos.

Desde Integralis les deseamos a todos y cada uno de ustedes un muy feliz comienzo de clases.