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Para educarlos hay que quererlos
diciembre 8, 2022
"Un maestro hace mella en la eternidad, nunca sabrá dónde termina su influencia" -
Henry Adams.
¡Seguimos con el ciclo de entrevistas a expertos en Educación! En esta oportunidad, conversamos con Catalina Ureta, asesora de formación en SEDUC.
¿Por qué creés que la formación docente continua es tan importante hoy?
Creo que la formación docente continua siempre ha sido muy importante. Los maestros tienen la responsabilidad no solo de formar a niños y jóvenes y apoyar a sus familias en su educación, sino también de acompañarlos en el proceso de maduración para que alcancen una vida plena, una vida lograda. También podríamos decir que están allí para que los niños y jóvenes alcancen su mejor versión, y, en definitiva, para que sean felices.
Hoy la necesidad de formación continua es ineludible por la gran cantidad de información que reciben los jóvenes y que muchas veces los van “formando” de una manera que no es la que los llevará por el camino de la felicidad verdadera.
¿Qué variables intervienen en las necesidades de formación de cada profesor? ¿Qué elementos debemos tener en cuenta para planificar nuestra formación continua?
Estas preguntas podrían ser respondidas desde la grandeza de nuestra profesión/vocación, que nos exige estar a la altura; o desde la complejidad y misterio de la persona humana, que hace necesaria una formación profunda por parte del docente; o desde el hecho de que somos parte de una institución educativa, lo que nos exige conocer y trabajar para poner en práctica sus principios y fundamentos.
En este sentido, si no hay profunda vocación en esta profesión, no seremos del todo buenos y no podremos desarrollar la importancia de nuestra misión, que es enseñar no sólo a conocer, sino que también a Hacer, Ser y Convivir.
No podemos olvidar que en nuestra condición de maestros, trabajamos con personas para acompañarlas y ayudarlas en su camino hacia ser mejores y alcanzar su mejor versión, por lo que debemos conocerlas en profundidad. Como hemos visto, el objeto de nuestro trabajo es el amor -para educarlos hay que quererlos-, y hemos de ser faros para nuestros alumnos/as -educamos en primer lugar con lo que somos, en segundo lugar con lo que hacemos y en tercer lugar con lo que decimos-.
Desde esa mirada, podemos afirmar que para ser un buen maestro debemos procurar mejorar continuamente como personas; conocer el mundo y saber trabajar en equipo con padres y otros profesores.
Los posibles campos de formación continua profesional son:
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Formación profesional: estar al día en lo que corresponde a nuestra asignatura, capacitándonos en metodología y pedagogía, planificación y mirada estratégica, cultura, innovación, tecnología, psicología, habilidades del S. XXI, y liderazgo.
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Formación humana y antropológica que definirá nuestro estilo pedagógico, fines y medios utilizados, con especial énfasis en las virtudes, las que cultivaremos al crear y reforzar el ambiente adecuado y conversar cotidianamente con calma y armonía.
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Formación espiritual religiosa: es importante estar preparados para responder a sus preguntas ya que están directamente relacionadas con la felicidad, la de ellos y la nuestra.
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Formación para servir: la felicidad está directamente relacionada con la entrega, donde sacamos lo mejor de nosotros mismos, y al mismo tiempo nos enriquecemos con los demás.
Finalmente, hemos de considerar nuestra formación continua teniendo presente que somos parte de una institución educativa, lo que significa que deberemos estar empapados del proyecto educativo institucional, de sus principios y fundamentos, de su misión y sus objetivos estratégicos. Conocer a fondo la organización para la que trabajamos será clave para un mejor desempeño en nuestro trabajo y para nuestra propia realización personal, por lo que formarnos en las áreas que nos exige el proyecto educativo nos hará más productivos y felices. Para alinear nuestras acciones al Proyecto Educativo Institucional deberemos estar al tanto de los objetivos y planes de acción del año en curso, y, muy importante, tener presente y considerar los resultados de nuestra última evaluación de desempeño. Con esas bases podremos diseñar los necesarios planes de acción que nos lleven a dar un paso más en nuestro camino de formación continua personal y profesional.
¿Cuáles creés que son las características que no pueden faltar en un buen docente?
El docente trabaja con personas, que ya de por sí somos complejas. Para realizar bien su labor, es importante que conozca sobre antropología. El docente tiene que saber mucho de su ciencia para transmitir en fácil lo que a él le ha costado mucho tiempo aprender. Tiene que estar al día con los conocimientos pedagógicos y atento a las características de los jóvenes de hoy para lograr que realmente aprendan. Para poder guiar y acompañar, debe procurar también ser un líder, con habilidades comunicacionales que le permitan dar una ayuda efectiva a sus alumnos y a sus padres. El docente tiene que conocer las características del mundo en el que le ha tocado vivir para ayudar a los jóvenes. Debe procurar, asimismo, estar al día en materia de tecnología -que, dicho sea de paso, avanza muy rápido-. El docente tiene que conocer a fondo el proyecto educativo institucional del lugar donde trabaja: si conoce la misión, podrá encarnarla y transmitirla adecuadamente.
Quienes elegimos esta profesión, sabemos que se trata de algo muy vocacional… ¿Qué palabras le regalarías a un docente que anhela dejar huella y transformar la educación?
Hay profesiones en las que la vocación es clave. Y en la nuestra es así. Si no hay vocación -una llamada fuerte y especial para realizar una misión- no seremos buenos profesionalmente y no nos realizaremos en la tarea que escogimos para pasar gran parte de nuestra vida. Creo que es una profesión estrechamente vinculada con la vida, con la felicidad, con las preguntas más profundas e importantes que nos hacemos los seres humanos.
Estamos en el negocio de las almas, no en una fábrica de lápices o de automóviles. Cada “materia prima” que ingresa es diferente; y muy diferentes entre sí serán los “productos” que salgan de esta “fábrica” después de 14 años. Obviamente no se trata de fábricas ni de materias primas o productos. Es sólo una manera pedagógica de plantearlo. Para educarles hay que quererles. Un buen punto de partida es, como sugería una filósofa al explicar la encíclica Fratelli Tutti del Papa Francisco, es mirar al otro como si ya lo quisiéramos; de ahí vendrá todo lo demás.
No lo olvidemos: educamos en primer lugar con lo que somos, en segundo lugar con lo que hacemos y en tercer lugar con lo que decimos. Esto es exigente. Hacemos mejor nuestro trabajo cuando procuramos ser mejores personas.