Blog

La dimensión teológica del cuerpo

Julio 20, 2023

Artículo de Ignacio López, Dr. en Filosofía por la Universidad Católica Argentina y Master of Arts por la University of Chester. 

Odoo • Texto e imagen

la recíproca entrega amorosa entre el hombre y la mujer (...) está llamada a encarnar y testimoniar el mismísimo amor de Dios

 Ignacio López 

        
Hace ya algunos años que la Teología del Cuerpo, desarrollada en las memorables catequesis de Juan Pablo II, suscita cada vez más interés tanto en los jóvenes, ávidos de vivir sus noviazgos de forma sana y ordenada, como en los adultos, quienes, a pesar de llevar varios años de matrimonio, encuentran en esta propuesta nuevas formas de comprender, profundizar y disfrutar de su vida matrimonial. Pero, ¿qué es exactamente la Teología del Cuerpo y cuáles son sus principales aportes al modo en que entendemos tanto el noviazgo como el matrimonio?

        En primer lugar, como su misma nomenclatura lo indica, esta propuesta de la Iglesia Católica nos invita a descubrir una dimensión teológica del cuerpo, lo cual implica al menos dos cosas: por un lado, que para la antropología cristiana la unión del alma con el cuerpo es tan profunda que la dimensión corporal no se reduce a lo meramente material, pues también se encuentra intrínsecamente referido a lo sobrenatural. En efecto, el cuerpo humano también es imagen de Dios, no porque Dios sea material, sino porque posee la capacidad (y a eso está llamado) de reflejar el amor divino a través del amor humano. Por otro lado, la teología del cuerpo también nos recuerda que, por su referencia a Dios, nuestra dimensión corporal goza de una dignidad y de un valor muy por encima de su apreciación meramente biológica y fisiológica. El cuerpo humano es mucho más que un conjunto de células, y precisamente por esto es por lo que demanda un respeto y un cuidado máximo. Tal como afirma San Pablo, nuestro cuerpo es verdadero Templo del Espíritu Santo (cf. 1 Co 3, 16). 

        No es difícil ver el enorme impacto que esta apreciación teológica del cuerpo tiene en la comprensión tanto del noviazgo como del matrimonio. En efecto, la Teología del Cuerpo nos enseña que la recíproca entrega amorosa entre el hombre y la mujer, que comienza a prepararse en el noviazgo y culmina en el matrimonio, no encuentra su plena razón de ser en el placer físico, como así tampoco en el exclusivo bien de los esposos, sino que está llamada a encarnar y testimoniar el mismísimo amor de Dios. ¡Cuán distinto es vivir la mutua entrega en un noviazgo o en un matrimonio de esta manera!

        En la misma línea, las consecuencias prácticas vinculadas con la comprensión y el ejercicio de la sexualidad que se derivan de la Teología del Cuerpo también son múltiples. En esta oportunidad nos limitamos únicamente a tres de ellas:

        Primero: la Teología del Cuerpo nos recuerda que el otro nunca puede ser considerado como un medio, sino que siempre debe ser amado como un fin. En efecto, concebir al otro como un medio para lograr algún tipo de placer implica reducirlo a la categoría de mero bien de uso, descuidando así el carácter sagrado que posee el cuerpo humano.

        Segundo: la Teología del Cuerpo nos muestra el valor de la sexualidad en todo su esplendor, lo cual fundamenta el enorme cuidado y respeto que debe tenerse con esta dimensión de la persona humana. Es interesante notar que, a veces, la invitación a la castidad, la cual varía notablemente según el estado de cada persona (soltería, noviazgo, matrimonio, vida consagrada), es decodificada como un menosprecio hacia la vida sexual: “la sexualidad es mala y, por eso, no debe vivirse libremente”.

        Nada más lejos de la Teología del Cuerpo que esta sentencia. En efecto, es precisamente porque se la considera inmensamente valiosa que la sexualidad está llamada a vivirse en un marco teológico, lo cual supone una comprensión integral de la otra persona y una referencia personal y conjunta entre los involucrados en la relación afectiva hacia Dios. La castidad no es represión, sino custodia de algo muy valioso.

        Tercero: la Teología del Cuerpo nos enseña que la sexualidad es ciertamente una dimensión muy importante de la persona humana, pero no es la única. En un contexto hipersexualidado como el actual, en donde parece ser que todo tiene que estar atravesado por el ejercicio de la sexualidad, incluso la propia felicidad, -por eso tanta aversión a las distintas formas de castidad-, la teología del cuerpo nos invita a mirar al ser humano en toda su integralidad. Esto implica una invitación a una forma de amor mucho más plena y profunda, en la cual la sexualidad logra integrarse y complementarse armónicamente con todas las demás dimensiones de la persona humana. Solo a partir de esta mirada antropológica integral es posible vivir una mutua entrega total entre el varón y la mujer.

        Es precisamente esto lo que muchos jóvenes están necesitando escuchar y conocer para encontrar la verdadera felicidad. El mensaje de la Teología del cuerpo es un regalo y un tesoro preciado que llevamos hoy en nuestras manos. ¿Qué haremos con él? ¿Esconderemos esta bella lámpara bajo un cajón o, más bien, nos animaremos a ponerla en el candelero para que todos, en especial nuestros alumnos, entren y vean la luz?

Si te sentís llamado a transmitir el don que somos como personas, ¡te esperamos en Teología del cuerpo para aprender y entusiasmarnos juntos!