Maestros en Cristo Maestro

Por Andrés Rodríguez de Cristo, SchP.

Cristo verdadero y auténtico Maestro


Si hay un título preferido en los Evangelios para referirse a Cristo es el de “maestro”. Así lo llaman sus discípulos y también sus detractores. Así lo aclaman los pobres y sencillos y también los poderosos del pueblo. Setenta veces aparece el término “maestro” en el Nuevo Testamento y sesenta y cuatro veces se dice de Jesucristo.


El Señor Jesús ejerció su labor magisterial como una de las más importantes. Fue comunicando el misterio de Dios escondido desde antiguo a tiempo y a destiempo, con palabras y con gestos, con discursos y con grandes signos. 


Enseñaba en la sinagoga y en el atrio del templo. En las afueras del pueblo y en la playa. Enseñaba a una muchedumbre y a unos pocos. Enseñaba dentro de las casas y en las plazas, cuando le preguntaban y, también, cuando no lo querían escuchar. Enseñaba predicando, sanando, expulsando demonios, partiendo el pan, resucitando los muertos y muriendo en la Cruz.  En función de estos asuntos, vale la pena contemplar a Cristo maestro y buscar en Él algo que alumbre hoy a los educadores.


El hecho educativo es algo presente en todo tiempo y lugar. Tiene que ver con la naturaleza del hombre y su necesidad de ser guiado. Este hecho está en relación con la sociedad y la manera de recibir y continuar una tradición. Que haya alguien que no sepa, alguien que sepa y algo que valga la pena saber constituye el corazón de las relaciones humanas y da la posibilidad de pensar una herencia común desde la cual puede cimentarse una sociedad.


Contemplamos esta realidad natural también en el plano de lo sobrenatural. Hay alguien que sabe y comprende. Hay un misterio que se necesita para la salvación. Hay quienes precisan saber ese misterio para salvarse, mas solos no pueden. 


Este camino ha iniciado con la revelación: Dios comunica su Misterio y constituye a otros como poseedores de ese misterio para compartirlo y enseñarlo. Dios quiere enseñarnos la verdad, puede hacerlo y lo hace.


La misión del Hijo de Dios, por lo tanto, es una misión educativa: una luz que vino a los hombres para que todos los que la reciban tengan el poder de hacerse hijos de Dios. Vino al mundo para comunicar un misterio, para predicar una verdad, para ser maestro. Mas no solo eso: además, instituyó maestros para que continuaran con su labor.



La Iglesia y su misión docente como identidad


La Iglesia, fiel continuadora de la misión de Cristo, también ejerce una labor magisterial. Ella comprende que evangelización y educación tienen una profunda sinergia y es por eso que se preocupa por la educación. 


La Iglesia ha sido precursora a lo largo de los siglos en buscar los modos adecuados para que el mensaje de salvación llegara a todos. La Iglesia es quien creó la escuela y la universidad tal cual la conocemos. Por ello, vale la pena preguntarse teológicamente por todo lo que supone que la Iglesia eduque y descubrir de qué modo colaborar hoy con esa tarea.


Ahora bien, tan poderosa es la Sabiduría que decidió llamar a otros a participar de esta tarea y mostró de manera más preclara su capacidad de iluminación: no solo ilumina a los hombres, sino que ilumina particularmente a algunos para que extiendan esa iluminación a todos. La Iglesia está inserta en esta dinámica. 


Cristo maestro constituye y envía a la Iglesia docente ya desde el momento de la despedida: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles todo lo que yo les he mandado” (Mt 28, 18 - 20).



Ser maestros en Cristo maestro


Los maestros de la Iglesia, maestros en el orden de la fe, como los sarmientos de la vid, han de estar insertos en el misterio de Cristo. Serán maestros en tanto y en cuanto participen de la gracia y la verdad que emanan del Maestro, Verbo eterno de Dios encarnado para nuestra salvación. Serán verdaderos maestros cuando cooperen con lo que el Maestro interior realiza en los fieles, ayudándoles a comprender el misterio de Dios y el designio divino para su propia vida.



Así, los discípulos encontrarán en sus maestros una imagen de Cristo maestro y podrán saberse alumbrados, como otrora los apóstoles, para entregar la propia vida por el Reino de Dios y su justicia. La labor magisterial y el vínculo educativo expresan un ABAJAMIENTO​: el discípulo tiene que reconocerse necesitado de una palabra de vida, mientras que el maestro tiene que descender hasta la realidad del discípulo, comprender su camino y su padecer para alumbrarlo desde esa realidad específica que allí vive.



La humildad es, por tanto, la virtud que custodia la misión de los educadores. Sabiendo que tienen una tarea grande y magnífica, reconocen que el lugar central lo tienen otros: Cristo y el discípulo.



Esta llamada a salir del centro nos lleva hacia el camino de la Cruz. Se realiza esta tarea por el bien de otros, en atención al prójimo y buscando la gloria de Dios. Tal como Jesucristo en la cruz, cada educador cristiano tiene que reconocer que su cooperación con la tarea de Cristo y la Iglesia lo lleva a ese mismo tránsito de muerte, para darle vida a los demás.

EL CAMINO Y LA TAREA

Cristo maestro interpela a la escuela católica y la lleva a reconfigurar el rol del maestro desde una correlación entre calvario, altar y aula. Sitios que son de kénosis y muerte, lugares, a su vez, de luz y redención. Allí se ofrenda uno para darle vida a los demás y otorgarle gloria a Dios.


Es preciso desarrollar con mayor solvencia una teología de la educación que permita contemplar y expresar cómo todo el misterio de la teología está vinculado con la tarea magisterial del Señor. El título “Cristo maestro” tiene todo lo necesario para ser un elemento complexivo de la teología y, hemos visto que, el hecho educativo bien puede ser un eje articulador de la doctrina teológica, pues todo converge y se vincula allí: misterio de Dios Trino, revelación, comunicación divina, tradición, gracia y naturaleza, conocimiento y fe, salvación, libertad, Iglesia, virtudes y dones. 


Cada una de las nobles acciones que hoy puede realizar la Iglesia en distintos campos y situaciones, ha de ser desde una profunda conciencia de la cooperación con Cristo maestro que busca iluminar el interior de los fieles para que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

Queridos maestros, que a imagen del verdadero Maestro, podamos “ser grandes siendo chicos”, subiéndonos al madero de la Cruz, que es la cátedra de la verdadera sabiduría. 
¡Feliz día!

Artículo elaborado por Andrés Rodríguez de Cristo,  SchP. Religioso de las Escuelas Pías. Compositor, cantante y juglar. Podcaster, comunicador y dramaturgo. Inspirado en la conferencia Cristo Maestro, impartida por él mismo en el Congreso de Educación Humanista, que tuvo lugar en la ciudad de Córdoba los días 30, 31 de agosto y 1 de septiembre de 2024.